Aprender a Aprender




Aprender a aprender ha sido lema de muchas reformas educativas, propuestas, productos, servicios educativos y titulares de diarios. Toda persona que trabaje en educación ha escuchado esta frase cientos de veces. Pero, en términos simples ¿Qué implica aprender a aprender?


En términos simples si yo he “aprendido a aprender” soy capaz de aprender de la manera más eficiente dadas mis características personales y los contenidos y habilidades que quiero aprender. Si esto es así,¿los chilenos somos buenos para aprender a aprender cuando egresamos de Educación Media?


Pareciera que no. Digo pareciera ya que no tenemos mucha información al respecto. Sin embargo, sabemos que muchas habilidades y conocimientos que podemos clasificar como básicos no son alcanzados por grandes porcentajes de la población. Así que por lógica podemos pensar que esto, que es más complejo, costará más lograrlo.


Deciamos que “Aprender a Aprender” es desarrollar habilidades para poder autorregular los propios procesos de aprendizaje. Saber cómo uno mismo aprende y accionar coherentemente con eso. Definitivamente esto no es simple, de hecho es más complejo que simplemente aprender un determinado contenido, es un paso más allá, y los sistemas de enseñanza formal no han encontrado la mejor forma de desarrollar esta habilidad. Lo que se refleja en que la mayor parte de los alumnos, cuando quiere estudiar algo sólo tiene una estrategia: leer las cosas y repetirlas hasta que algo quede en la memoria, el tiempo suficiente para dar un examen.


Otro aporte a la complejidad es que habilidades como estas se desarrollan muy conectadas con el contexto y con el contenido. Por tanto una materia o ramo como Hábitos de Estudio no tiene la efectividad de cada docente en cada ramo o materia, enseñando a aprender esos contenidos.El profesor de física enseña a aprender física (no sólo enseña física) y el profesor de arte enseña a aprender arte.


Además, durante mucho tiempo la educación denominada “tradicional” trabajó fuertemente con la memorización, la repetición y se centró en habilidades básicas. Frente a esto, que después de todo no estaba tan mal, sólo que no era suficiente, se planteó que era necesario focalizarse en la persona que aprende como constructor de su propio aprendizaje, no un simple ente que memoriza y repite.


Desafortunadamente la implementación pendular de esta última y correcta perspectiva quiso dejar fuera la memoria y se olvidó que sin memoria no hay aprendizaje y que ciertos aprendizajes tienen que ser repetidos y corregidos muchas veces para ser mecanizados, de manera que podamos disponer de recursos cognitivos libres al momento de ser creativos y aplicar las habilidades básicas que hemos aprendido.


¿Qué hacer?

Solucionar en nuestro curriculum el problema entre las habilidades básicas y el deseo de aplicar y construir de forma flexible. Ambos tienen que estar presentes de forma coherente y sistemática. Tanto en los objetivos, como en las actividades y la evaluación.


Dejar tiempo, en el trabajo en aula, para las actividades metacognitivas y metaconceptuales. Que los alumnos en los distintos contenidos puedan probar, primero en forma guiada y progresivamente de forma más libre y personalizada, distintas tácticas y estrategias. Que se den cuenta cómo aprenden mejor, respetando por cierto las diferencias individuales.


Claramente algunos aprenden mejor haciendo resúmenes, otros haciendo esquemas, algunos haciéndose preguntas, algunos estudiando solos y otros acompañados, lo importante es que al salir de cuarto medio cada alumno/a de este país, más allá de su nivel social, tenga consigo una caja de herramientas de aprendizaje que le permita a él o ella, aprender todo tipo de contenidos y habilidades de la manera más efectiva.